pallassos sense fronteres

MI PRIMERA EXPEDICIÓN


Payasos Sin Fronteras en Bangladesh, campos de Refugiados de la Comunidad Rohingya


En este artículo, la artista Maite Esteban explica su primera experiencia como artista en una expedición con Payasos Sin Fronteras, realizada a inicios de este año 2025. La unión con los compañeros, las expectativas que tenía, la reacción de los espectadores, y todo un sinfín de sentimientos revueltos que le han enseñado, a la vez que emocionado. 

Transitar una expedición de Payasos Sin Fronteras te coloca y empuja a examinarte y establecer un rígido y armonioso orden de prioridades. Viras tu visión hacia ese otro lado al que no pertenecemos, pero del que somos parte. Levantas la mirada de los metros cuadrados que te rodean y parecen sesgadamente describir el mundo.

Y miras… Miras con atención hacia dónde vas, hacia donde esa realidad existe de manejar no sólo real, sino tajante, abrumadoramente tajante.

Inmediatamente debes comenzar a desprenderte de pensamientos, preocupaciones, pesares de tu día a día, y sobre todo, dejas de esperar que las cosas sucedan. Activas tus 5 sentidos en pos de ese destino. Revisas tus herramientas, tus conocimientos. Haces una criba exhaustiva de lo que llevarás y lo que dejarás fuera de tu maleta física y mental. Una maleta que mientras la haces, refleja también todo aquello que debes dejar en España sobre mí misma. En ésta, mi primera expedición con Payasos sin Fronteras, lo comprobé.

Bajo la premisa que la define, aparentemente simplista, “vamos a hacer shows para que los niños y niñas rían” comienzas a descubrir y desgranar lo profundo, vital y revolucionario del asunto.

Fuimos a Bangladesh, a los campos de refugiados de la comunidad Rohingya, con Donald, Marina y Foncu. Tuve la fortuna de viajar con el dream team, todo hay que decirlo.

Es difícil resumir en un solo escrito toda la experiencia y sobre todo el sentir que íbamos experimentando desde las primeras conversaciones, planificación, ideas y estrategias que se nos iban ocurriendo durante las semanas previas al viaje. La llegada y primeras actuaciones, las relaciones que íbamos forjando con los locales, el grado de conexión y entendimiento con los monitores y monitoras con los que compartimos cada día tanto en los shows como en los talleres… Y por supuesto, el público.

El factor humano en el grupo creo que fue el motor y fuelle de esta expedición. Éramos 4, pero funcionamos como 1. Capaces de exponer sin vergüenza ni tapujos nuestras fortalezas y debilidades, para así ofrecer y dar lo mejor de cada uno. Sostenernos y apoyarnos cuando era necesario. Ajustándonos y leyendo cada día qué, dónde y cómo podíamos mejorar esa amalgama.

Una vez en el terreno, había que ser eficaces, tener las cosas claras y saber lo que cada uno tiene que hacer. 

Era poco el tiempo para reaccionar, reestructurar y ejecutar muchas veces, y la confianza que teníamos en el otro nos generó gran seguridad. Con pocas palabras y mucha acción, todo se hacía.

Pero volviendo a lo importante, lo primordial, bastión de PSF y a lo que fuimos…  “vamos a hacer shows para que los niños y niñas rían”.

¿Por qué es tan importante?

¿Porque hace 30 años que payasos y payasas visitan recónditos lugares de este mundo con este propósito?

En mi opinión, porque hace falta. Porque cuando tu realidad es tan abrumadora que no puedes pensar en mucho más que vivir un día más, dejas de reír.

La risa es un arma de construcción masiva. A nivel neuronal, la risa activa el cerebro, estimula los músculos y los órganos, y libera sustancias químicas que generan bienestar y sensación de felicidad. A nivel social, ayuda  a la socialización y a estrechar lazos.

La risa tiene un componente que es perenne, que perdura y se repite.

Tal y como afirma Paula Castro, Psicóloga del Servicio de Psiquiatría del Hospital Universitario Astral, “cuando uno se ríe, experimenta una sensación de alegría que suele permanecer en el cuerpo por un rato. Es muy común que después de reírnos a carcajadas, nos quede la sonrisa dibujada en el rostro, a pesar de que el episodio divertido haya terminado. También es frecuente que una risa dispare nuevas carcajadas, ligadas a la misma situación, por el solo hecho de recordar el motivo que disparó la risa”.

Nosotros, en cada función, podíamos comprobar de manera fáctica estos conceptos. Cuando llegábamos a la zona de actuación, solía estar ya la gente esperando, distante. La expectativa era relativa, ya que muchos no habían visto espectáculo alguno. Era más una mezcla de curiosidad y desconfianza. Curiosidad y desconfianza que variaba en grado y motivo según proviniese de un niño o niña, una mujer o un hombre adulto.

Pero siempre, siempre, estaban allí. Llenando el lugar por todos lados. Se percibía que había gran interés y ganas de que algo pasase. Toda una comunidad queriendo ver que iban a hacer estos 4 vestidos tan raro.

Y comenzaban a pasar cosas. Cosas que los interpelaban, que asombraban, generaban preguntas. Cosas que no habían visto nunca y cosas que los hacían reír. Ahí estaba la magia, ahí comenzaba todo.

La risa como acto colectivo tomaba fuerza y magnitud en ese contexto que traspasaba lo racional y lógico. Todos y todas experimentando una sensación de bienestar, de común unión. Eso es gloria.

Al terminar los shows, esa distancia que había al llegar, esa desconfianza o miedo, había desaparecido. Ahora todo era bullicio, alegría y movimiento. Las miradas habían cambiado y los cuerpos se habían relajado. Niños y niñas agolpados a nuestro alrededor queriendo alargar esa sensación y vínculo que habíamos creado durante la función. Querían tocarnos, mirarnos mutuamente a los ojos. Que por un segundo, les viésemos a ellos…

La risa es un cambio radical que perdura en el tiempo. Ese es su poder. 

Maité, Bangladesh 2025.

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